Primeramente quiero darle las gracias a todos, de parte de mi mamá, de mi esposo, mis hijos y de parte mía por estar presente en este día con nosotros. La cantidad de personas que fueron anoche a la funeraria, que han llamado, y que nos han enviado mensajes es un testamento al hombre que fue mi papá. Los que lo conocían bien, saben que él era un hombre de un gran corazón. Era amable, bondadoso y honrado. Él amaba sin límites y era un hombre de grandes valores y convicciones. Cuando nos fuimos de Cuba, él decidió que hasta que Cuba fuese libre él no iba a comer carne los viernes en sacrificio por los cubanos que quedaron atrás. Jamás volvió a comer carne los viernes y desafortunadamente se marchó sin ver su sueño de una Cuba libre hecho realidad. Mi papá era un hombre de una paciencia infinita. Tenía tanta paciencia que los que no hemos sido dotados de esa virtud, perdíamos la paciencia con él. Recuerdo cuando yo era jovencita, si yo tenía una fiesta por ejemplo a las 8, yo le decía que la fiesta era a las 7 para poder llegar a tiempo. Cuando salíamos de la casa, chequeaba todas las puertas 2 y 3 veces. Al parquear, le daba dos vueltas al carro para asegurarse que todas las puertas y ventanas estaban bien cerradas. Mi mamá le decía que si un ladrón andaba cerca se iba a pensar que tenía un tesoro dentro del carro y con más razón iba a forzar la puerta. Pero así era mi papá, no se inmutaba por nada. Y en este mundo que todos siempre estamos corriendo, podemos aprender mucho de él. El mundo podía ir de prisa, pero mi papá iba a su paso sin que nadie ni nada le agitase.
Mi papá no tenía vicios. No fumaba, no tomaba alcohol, no jugaba... El único vicio que yo le conocí fue mi mamá. Mi mamá era el centro de su universo. Simplemente, la adoraba. En estos días he oído muchos testimonios sobre ese amor. Uno de ellos me lo dio Magaly, una de las compañeras de playa de mi mamá que me contaba sobre un crucero que habían ido juntos, todas las ¨muchachitas¨ de la playa (como él se refería a ellas) y mi papá. El solo acompañado de nueve damas. En ese crucero, mi mamá se sentó en el casino a jugarse unas monedas y él se sentó al lado de ella a cuidarla. Y no me extraña pues él la cuidaba como si fuera una piedra preciosa, pues para él, ella lo era. Estos últimos tres años fueron muy duros para él. Ya perdí la cuenta de cuantas veces estuvo en el hospital. Hace tres años estuvo a punto de perder una pierna, y cuando se lo dijimos lo primero que dijo fue ¨lo siento por tu mamá.¨ El pensaba en ella antes de pensar en él mismo. Su gran preocupación era no convertirse en una carga para mi mamá. En una de las muchas intervenciones quirúrgicas que tuvo, cuando despertó de la anestesia, medio confundido, empezó a mirar sus alrededores con la vista y cuando vio a mi mamá, su cara se iluminó con una gran sonrisa. Ella le preguntó, por qué estás tan sonriente, y él le contestó, porque tenía miedo de que tal vez no iba a volver a verte. El lucho con todas sus fuerzas contra el Cancer que le diagnosticaron hace dos años, contra la diabetis que lo iba consumiendo poco a poco y contra todos los achaques que le fueron cayendo uno tras otro. Mi esposo Rafael decía que mi papá tenía más vidas que un gato pues en varias ocasiones pensamos que se nos iba, pero yo estoy convencida que la razón de su existencia era lo que lo mantenía en pie, pues el mayor miedo de él era dejar sola a mi mamá. Pero papi, no te preocupes. Mami nos tiene a nosotros y mucha gente que la quiere, así que sola nunca va a estar. Aparte, no me queda la menor duda de que él la va a seguir cuidando desde el cielo.
Mi papá aparte de ser un gran esposo fue un padre excepcional. Era súper estricto pero encontró el balance perfecto entre la disciplina y el amor. Jamás me puso una mano encima y nunca me gritó, pero cuando me castigaba, el castigo no me lo quitaba nadie. Si me castigaba por una semana, no importaba si me invitaban al evento del año. Me podía llegar una invitación para el cumpleaños de las princesas de España, y no hubiese podido ir. El era firme en su palabra y no había quien lo convenciera de que me cortase el castigo antes de tiempo. Pero yo hoy soy lo que soy gracias a esta mezcla de amor y disciplina. Aunque era estricto, nunca dudé de su amor hacia mí. Yo sé que él me adoraba y estaba súper orgulloso de mi. Y muchas personas me lo han dicho en estos días. Recuerdo una noche que yo no podía dormir pues tenía un examen muy difícil de Contabilidad la mañana siguiente. Alrededor de las 2 de la mañana me levanté y fui a la cocina a tomar agua. Cuando vi la hora, rompí a llorar pues pensé que si no lograba descansar, iba a suspender el examen. Regresé a mi cuarto y me volví a acostar. Él debió haberme oído pues vino a mi cuarto y me preguntó qué me pasaba. Yo le dije que iba a suspender el examen. Él me tomó la mano y aunque no recuerdo sus palabras exactas, lo que me dijo me llenó de paz, me quedé dormida y cogí una A en el examen. Él me enseñó a dar lo mejor de mí misma, a poner el máximo esfuerzo en mis estudios y en todas mis cosas, a amar al prójimo por encima de a mí misma y marcó el patrón a seguir para yo saber cómo educar a mis hijos, esos tres nietos que él adoraba. Ellos son la prueba de que su sacrificio no fue en vano. El dejar patria y familia sin saber lo que nos esperaba al otro lado del mar, y después volver a cruzar mar para comenzar de nuevo en los Estados Unidos, valió la pena. Tuvo la recompensa de ver a dos nietos graduarse de Belén, el mismo colegio en que él estudió en Cuba. Pudo ir a la graduación de la universidad de los dos mayores y que orgullo sintió de verlos recibir sus diplomas. Y aunque no va a poder estar presente en la graduación del más pequeño, sé que lo estará en espíritu.
Él era un hombre muy familiar que le encantaba reunirse con la familia. Siempre me decía que yo había escogido un gran esposo pues quería mucho a Rafael y sé que Rafael lo quería y lo admiraba a él. Ayer fuimos todos a almorzar con mi mamá y después Rafael me dijo, como extrañé a tu papá en el almuerzo. Pero yo sé que él estaba allí presente en espíritu y sé que él seguirá viviendo en el corazón de todos los que le conocieron pues él se daba a querer. Siempre fue un gran amigo, un gran esposo, un gran abuelo, un gran suegro, un gran padre y un hombre de mucha fe y grandes valores. Te quiero papi y sé que te voy a extrañar todos los días, pero sé que ya estás en el cielo donde hay una gran celebración por tu llegada. Y no te preocupes por mami, que la cuidaremos con el mismo amor que tú la cuidabas. Y sé que nos estarás esperando en el cielo y un día volveremos a bailar juntos entre las nubes.
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