“Yo solo soy un pequeño lápiz en la mano de Dios. Un Dios que va a escribir una carta de amor al mundo.”Sta. Teresa de Calcuta
Una amiga me regaló un adorno navideño el pasado diciembre del Sagrado Corazón de Jesús. Lo puse en el árbol, pero no le presté demasiada atención. El 3 de enero, esta misma amiga me introdujo al blog Catholic365 y me sugirió que compartiera mis escritos a una mayor audiencia. Una vez más, no presté mucha atención. Sin embargo, Dios tenía planes para mí en ambos aspectos.
Primero, siguió poniendo a Catholic365 en el centro de mi mente. Finalmente, decidí escucharlo, y presenté mi solicitud el 15 de febrero. Me aceptaron como escritora dos días después. Luego, en mayo, recibí una invitación para hacer un retiro de 33 días para consagrarme al Sagrado Corazón de Jesús. El viernes pasado, en el día de la fiesta del Sagrado Corazón, fui a misa en las primeras horas de la mañana y dije la oración de consagración al final de la misa.
Durante la homilía, el sacerdote dijo algunas palabras que resonaron en mi corazón: "Jesús nos busca, nos atrae a Sí mismo y nos reúne en Su Sagrado Corazón. Es el amor del pastor que reúne a todos los que se han dispersado."
Me di cuenta de que a través de mi amiga, Jesús me había buscado y atraído a sí mismo. El adorno navideño que me dio del Sagrado Corazón no fue una coincidencia. Fue la llamada inicial de Jesús para pedirme que fuera un discípulo de Su Sagrado Corazón. No presté atención en ese momento, y escondí el adorno en el árbol entre todos los demás adornos, pero Su Corazón latía por mí. Era el pastor llamándome por mi nombre y atrayéndome hacia El. La próxima Navidad, colocaré el adorno del Sagrado Corazón al frente y el centro del árbol.
El sacerdote continuó: "Luego vierte Su Amor en nuestros propios corazones a través del Espíritu Santo y nos llama a ayudarlo a reunir a los dispersos y traerlos a Él. Podemos hacer esto con la ayuda del Espíritu Santo que enciende en nosotros el fuego del amor de Dios".
Cuanto más me adentraba en la consagración, más me daba cuenta de que ser un discípulo del Sagrado Corazón tiene ciertas responsabilidades. Una de ellas es ayudarlo a "recoger a los dispersos y traerlos de vuelta a Él". Mientras me sentaba en la iglesia escuchando al sacerdote, le pregunté a Dios: "¿Cómo se supone que voy a hacer esto?" La respuesta me llegó durante la comunión: "Sigue escribiendo" fue lo que escuché. Entonces me di cuenta de que Dios había elegido a mi amiga como su mensajera. Había una conexión entre ser un discípulo del Sagrado Corazón y escribir para Catholic365.
En ese momento, cerré los ojos y tuve una conversación silenciosa con Jesús. No escuché su voz, era más bien como si el Espíritu Santo pusiera sus respuestas en mi mente. Fue algo así:
Yo: Jesús, me encanta escribir, pero no me gusta compartir mis escritos con los demás.
Jesús: ¿Por qué no te gusta compartirlos?
Yo: Siento que al enviar mis escritos a otros, no estoy siendo humilde.
Jesús: Déjame comenzar por recordarte que no son tus escritos. Estás escribiendo para mí, por lo tanto, son mis escritos.
Yo: Lo sé, pero mi nombre está en ellos. Tal vez debería firmarlos con Tu Nombre, Jesús, porque yo tan solo soy un lápiz en tu mano.
Jesús: Necesito que me ayudes a reunir a los dispersos, así que aunque soy el autor, no tengas miedo de firmar tu nombre.
Yo: Las personas a las que les envío tus mensajes no están dispersas, todas son parte de mi comunidad religiosa.
Jesús: Sí, pero a su vez los comparten con otros, y así es como se difunden Mis Mensajes. Catholic365 llega a mucha gente, y no todos me aman.
Yo: Lo sé. Cuando escribí sobre el Papa, recibí muchas reacciones y no todas fueron positivas.
Jesús: Y, sin embargo, ese fue el escrito que más se leyó. Ahora eres mi discípulo, así que necesito que seas valiente. No te disculpes por compartir Mis Mensajes con otros. No presumas, mantente humilde y deja que el Espíritu Santo te guíe.
Yo: Jesús, sabes que he estado luchando con esto, pero aquí estoy, Señor, te obedeceré y reuniré a los dispersos.
Jesús nos da a todos ciertos talentos, y quiere que los usemos para reunir a los dispersos y traerlos a El. Algunos tienen un talento musical, por lo que cantan para El, y a través de sus hermosas voces atraen almas hacia El. Definitivamente no estoy dotada de talento musical. Si intento cantar, lo más probable es que la gente huirá, por lo tanto, tendría el efecto contrario. En lugar de reunirlos, los esparciría. Por esa razón, Dios no me está pidiendo que cante. Me está pidiendo que escriba.
No me considero una gran escritora. Definitivamente, hay muchos que escriben mucho mejor que yo, pero por la razón que sea, Dios quiere que escriba, y por lo tanto, debo obedecerle. Aunque muchas veces no me siento preparada para la tarea, Dios no llama a los calificados. Él califica al que llama. Por lo tanto, debo confiar en que El sabe lo que está haciendo. Tampoco quiere que esconda los escritos. Quiere que los comparta. Es como una lámpara. No la ponemos debajo de una mesa. La ponemos encima de la mesa para que "de luz a todos en la casa" (Mateo 5:15). Por mucho que no me guste publicar mis escritos en las redes sociales o enviarlos an mis diferentes grupos porque siento que se los estoy imponiendo, debo seguir compartiéndolos en obediencia a Dios. Pero seamos muy claros. El autor es Dios. Yo solo soy el lápiz. En palabras de Sta. Teresa de Calcuta, "Yo soy como un pequeño lápiz en la mano de Dios... El escribe aquello que quiere. El lápiz no tiene nada que ver con eso."
Ahora soy un discípulo de Su Sagrado Corazón. Por lo tanto, debo convertirme en un pastor para reunir a Su rebaño compartiendo Su Mensaje de amor con todas las ovejas que El pone en mi camino. Para hacer esto, primero debo orar al Espíritu Santo para que El inspire lo que escribo, y siempre debo permanecer humilde para dar todo el crédito al verdadero autor. Que siempre se haga Su voluntad y que toda la gloria sea para Dios. Por favor, recen por mí, y yo seguiré rezando por ustedes.
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